En palabras simples: Subcontratistas mal pagadas hacen el trabajo sucio; Los operarios mueren en faenas inseguras; Y la gerencia cumple con el presupuesto ante Hacienda y La Moneda. ha sido tan profundo el proceso de externalización que Codelco ha terminado perdiendo el control de sus propios procesos y hoy vivimos las consecuencias de ese proceso.
Por: Equipo El Despertar
El reciente derrumbe ocurrido en la mina El Teniente, operada por la estatal Codelco, cobró la vida de entre 1 y 6 trabajadores y obligó a la paralización total de las faenas mientras la Fiscalía investiga un cuasidelito de homicidio. Según el comunicado del gobierno, se trata de una medida preventiva “en resguardo de la seguridad de las y los trabajadores”. Pero detrás del gesto institucional se oculta una verdad sistemática: la minería en Chile sigue operando bajo condiciones que privilegian la producción ininterrumpida, la tercerización salvaje y la precariedad laboral, incluso cuando la operadora es una empresa estatal.
Codelco ha sido presentada históricamente como “la empresa de todos los chilenos”. Pero en la práctica, opera con la misma lógica de cualquier transnacional extractiva: metas de producción crecientes, reducción de costos, externalización de funciones clave y presión constante sobre los ritmos de trabajo.
En palabras simples: Subcontratistas mal pagadas hacen el trabajo sucio; Los operarios mueren en faenas inseguras; Y la gerencia cumple con el presupuesto ante Hacienda y La Moneda. ha sido tan profundo el proceso de externalización que Codelco ha terminado perdiendo el control de sus propios procesos y hoy vivimos las consecuencias de ese proceso.
Todo esto para asegurar la cuota de cobre que alimenta el modelo de exportación dependiente, mientras las comunidades cercanas se ahogan en polvo, escasez hídrica y precariedad.
No es el primer accidente. Y no será el último si no cambia el modelo. En lo que va de 2025, ya van más de 12 trabajadores muertos en faenas mineras, la mayoría en labores subcontratadas y en condiciones de alto riesgo. Cada derrumbe, cada explosión mal calculada, cada falla en los protocolos de seguridad tiene una causa material: la explotación intensiva de cuerpos para extraer plusvalía desde el subsuelo.
Las mineras no trabajan con rocas: trabajan con vidas humanas. Y cuando la producción no se detiene por nada, los trabajadores son los primeros sacrificados.
Aunque Codelco es formalmente estatal, su lógica de funcionamiento responde a las exigencias del Ministerio de Hacienda para generar excedentes fiscales; las agencias de clasificación de riesgo, que exigen “disciplina financiera”, y la presión de los mercados internacionales que pagan mejor si se cumple el plan de entrega.
Así, el cobre que deja muertos no se traduce en hospitales públicos ni trenes populares. Se convierte en: Superávit fiscal para pagar deuda externa, Subvenciones cruzadas a las concesiones privadas; y confianza” de los mercados, mientras los sindicatos luchan por protección mínima.
El derrumbe en El Teniente demuestra que no basta con tener empresas públicas si su lógica sigue siendo capitalista. El cobre debe estar al servicio del pueblo, no del mercado. Eso implica: Control obrero sobre la producción y la seguridad, Fin de la subcontratación y precarización laboral, Utilización soberana del excedente minero para educación, salud y transición energética; y participación vinculante de sindicatos y comunidades en las decisiones estratégicas.
Como diría Marx: “La emancipación del trabajo exige que los productores se conviertan en dueños de sus condiciones de producción.” Mientras Codelco sea una empresa con lógica patronal y operarios muertos, no hay verdadera nacionalización.