Esa maniobra ejemplifica el conflicto de clases entre soberanía nacional y acumulación capitalista transnacional. El Estado, consciente de la centralidad del litio en un mundo dependiente de baterías, pacta con una empresa privada en busca de rentabilidad estatal. Pero el capital extranjero, representado por la poderosa maquinaria reguladora china, corta el ritmo. No se trata solo de Estados: el capital global define los tiempos, las condiciones y la distribución de las plusvalías.
Por Equipo El Despertar
La autorregulación de mercados a nivel global demuestra su eficacia: mientras el Estado chileno querellaba la participación estatal sobre el litio, el verdadero árbitro emerge del lado del consumidor corporativo chino. La SAMR (Administración Estatal de Regulación del Mercado de China) decidió aplicar el mecanismo de “stop the clock” para frenar la revisión del acuerdo entre la estatal Codelco y SQM, a fin de “profundizar su análisis y negociar condiciones” antes de aprobar la explotación del Salar de Atacama.
Esta pausa –lejos de ser una medida técnica neutral– revela que el litio, mineral clave en la transición energética global, es una mercancía geopolítica. China utiliza su peso en la cadena de valor para asegurar suministros y precios estables, mientras el Estado chileno trata de reforzar su control estatal mediante este joint‑venture.
Esa maniobra ejemplifica el conflicto de clases entre soberanía nacional y acumulación capitalista transnacional. El Estado, consciente de la centralidad del litio en un mundo dependiente de baterías, pacta con una empresa privada en busca de rentabilidad estatal. Pero el capital extranjero, representado por la poderosa maquinaria reguladora china, corta el ritmo. No se trata solo de Estados: el capital global define los tiempos, las condiciones y la distribución de las plusvalías.
Paralelamente, en Chile, la alianza enfrenta resistencia interna. La Cámara de Diputadas y Diputados y comisiones investigadoras han pedido declararla nula por falta de consulta pública, transparencia y por privilegiar tratos directos sobre licitaciones abiertas. A su vez, los reclamos sobre representación de accionistas minoritarios (como los de Tianqi) revelan que las verdaderas contradicciones están entre clases, no entre “buenos” o “malos”.
Este freno regulatorio chino nos recuerda que, en la era del capitalismo global, el Estado chileno ya no define por sí solo el destino de sus recursos, incluso cuando hay voluntad política de estatizarlos. La administración boricista promueve la centralidad estatal, pero este episodio muestra que el capital global, a través de institucionalidades como la SAMR, impone su ley.