Dom. Sep 28th, 2025

La ONU desarma el relato del narcoestado venezolano: es hora de mirar hacia el norte

Ago 15, 2025

El informe también pone sobre la mesa una verdad incómoda para los grandes medios: Estados Unidos sigue siendo el principal consumidor de drogas del planeta, y no hay muro ni retórica que oculte eso. En 2024, murieron 48 000 personas por sobredosis de fentanilo, un opioide sintético que escapa a todas las retóricas de “guerra contra las drogas” construidas para justificar intervenciones en el sur global. El corazón del problema no está en los campesinos cocaleros de los Andes, sino en el modelo de consumo del norte y en las farmacéuticas cómplices.

Por Equipo El Despertar

Una vez más, los datos se imponen sobre la propaganda. El último Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha desmentido con contundencia una de las matrices mediáticas más repetidas por la derecha continental y los voceros del imperialismo: Venezuela no es un actor relevante en el tráfico internacional de drogas. Lejos de figurar como país productor o articulador logístico, el informe sitúa al país bolivariano como un corredor marginal y de tránsito, atravesado por dinámicas impuestas desde el exterior, no como origen del problema.

En contraste, el mismo documento señala con claridad que Colombia concentra el 67 % de los cultivos mundiales de hoja de coca y el 53 % de la producción de cocaína, consolidándose como epicentro global de esta economía ilícita. No es casualidad: Colombia es el mayor receptor de ayuda militar de Estados Unidos en América Latina, un laboratorio de guerra perpetua con bases norteamericanas en su territorio. La “lucha contra el narcotráfico”, más que una estrategia real, ha sido una excusa para la militarización, la represión selectiva y el control territorial. Como diría Eduardo Galeano, “la realidad del sistema es la impunidad del poder”.

Mientras tanto, Ecuador se hunde en una espiral de violencia narco que evidencia la descomposición del modelo neoliberal aplicado a sangre y fuego. El país andino pasó de una tasa de homicidios de 7,8 por cada 100 000 habitantes en 2020, a 45,7 en 2023, con mafias albanesas y cárteles colombianos controlando puertos y ciudades. Este colapso no fue producto de una Revolución Bolivariana, sino de décadas de desregulación, extractivismo y entrega de la soberanía al capital financiero y las mafias transnacionales.

El informe también pone sobre la mesa una verdad incómoda para los grandes medios: Estados Unidos sigue siendo el principal consumidor de drogas del planeta, y no hay muro ni retórica que oculte eso. En 2024, murieron 48 000 personas por sobredosis de fentanilo, un opioide sintético que escapa a todas las retóricas de “guerra contra las drogas” construidas para justificar intervenciones en el sur global. El corazón del problema no está en los campesinos cocaleros de los Andes, sino en el modelo de consumo del norte y en las farmacéuticas cómplices.

Frente a esto, resulta obsceno que se insista en el relato del “narcoestado venezolano” como justificación de bloqueos, sanciones e intentos de aislamiento. La verdad es otra: Venezuela, a pesar de las múltiples agresiones, ha desarrollado una política antidrogas autónoma y coherente con la defensa de su soberanía, coordinando con instancias internacionales sin subordinarse a los dictados de Washington. Lo que molesta al poder hegemónico no es el narcotráfico, sino la autodeterminación.

Como enseñaba José Martí, “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. Hoy, cuando las cifras revelan lo que tanto se quiso ocultar, se impone una tarea urgente: desmontar el discurso imperialista y construir una narrativa desde el sur, basada en la verdad, la justicia y la soberanía. No hay combate posible contra el narcotráfico sin cuestionar el modelo que lo alimenta. Y ese modelo se llama capitalismo.

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