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O se unen o no hay plata”: la derecha económica entra en pánico e intenta ordenar a sus candidatos subordinados

Jul 15, 2025
Foto El Mostrador

Ante el significativo avance de la candidata de unidad de la centro izquierda, Jeanette Jara, la derecha económica, esa que se cree dueña del pais, ha entrado en pánico y apuesta a ordenar a sus candidatos, por las buenas o por las malas. No es una sugerencia. Es una orden. Así podría resumirse el mensaje enviado en privado por los principales grupos empresariales del país a José Antonio Kast, Evelyn Matthei y Johannes Kaiser: si no hay unidad en la candidatura presidencial de la derecha, no habrá financiamiento de la gran empresa para la carrera de 2026.

La élite económica —representada por figuras de la CPC, Sofofa, Icare y grupos financieros como Luksic, Angelini y Matte— ha perdido la paciencia con las disputas entre los sectores conservadores, liberales y libertarios, y ha decidido intervenir para imponer orden de clase.

Este hecho no es anecdótico. Es la manifestación abierta de cómo la burguesía actúa como sujeto político colectivo, operando por encima de los partidos, presionando candidatos, y condicionando el desarrollo de la democracia a su conveniencia económica.

La unidad de la derecha no es ideológica, es funcional

Aunque Matthei (tecnócrata conservadora), Kast (autoritario pinochetista) y Kaiser (libertario misógino) se diferencian en estilo y matices, su proyecto de fondo es el mismo: Defender la propiedad privada de los medios de producción estratégicos para el país, blindar el modelo neoliberal impuesto por la dictadura y administrado por los gobiernos posteriores, criminalizar la protesta social y cualquier intento de transformacion social o politica, continuar con la privatización de los derechos sociales, y militarizar el territorio para asegurar la subordinación y la resignacion de los peblos de Chile.

Lo que preocupa al gran capital no es el contenido de sus programas, sino el desorden electoral que podría facilitar un triunfo del progresismo reformista o, peor aún, reencender un ciclo de movilización popular.

“La clase dominante organiza su poder como un todo, incluso cuando sus partidos parecen competir entre sí.”
(Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte)

El capital financia, pero no regala

El mensaje es brutalmente claro: sin unidad, no hay financiamiento. Porque el gran capital no actúa por ideología, sino por rentabilidad. Y tres candidatos dividiendo el voto significan riesgo político, inestabilidad económica y pérdida de control sobre la agenda.

Así, los dueños de Chile hacen lo que siempre han hecho: imponer condiciones a su clase política servil. A cambio de recursos, exigen disciplina, orden y garantías.

Matthei —la favorita de la tecnocracia— no convence a los sectores más duros. Kast tiene arrastre popular, pero asusta a los mercados. Kaiser entusiasma a los libertarios, pero no a los bancos. La solución de la élite: una candidatura única, funcional y obediente.

Democracia condicionada por la billetera patronal

Este episodio desmiente la idea de que en Chile existe una “competencia libre” de proyectos políticos. El capital tiene dueño y ese dueño pone condiciones. La democracia liberal burguesa es tolerada mientras administre los intereses de clase.

El mensaje de los empresarios a sus candidatos no es distinto al de un director de empresa a sus gerentes: “dejen de pelear por egos y hagan lo que tienen que hacer: garantizar nuestros intereses.”

Conclusión: el capital actúa como partido único

La disputa entre Kast, Matthei y Kaiser no es una “diversidad democrática”, sino una lucha entre facciones del mismo bloque de clase. La intervención de la élite económica lo confirma: cuando peligra la hegemonía, la burguesía actúa en bloque, sin disimulo.

Y lo que exige ahora es un nuevo gerente para el modelo: obediente, útil, gobernable.

Pero si la derecha se une, la izquierda popular y de clase debe hacerlo también. No en torno a siglas parlamentarias desgastadas, sino en torno a un proyecto de poder, con horizonte socialista, feminista, plurinacional y anticapitalista.

Porque si el capital tiene un partido, aunque use tres nombres, los pueblos de Chile también deben tener el suyo.

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