El exdiputado y figura mediática de la ultraderecha chilena, Johanes Kaiser, fue proclamado oficialmente como candidato presidencial del Partido Nacional Libertario, una colectividad que agrupa a exmilitantes republicanos, ultraconservadores, libertarios y exmilitares. La ceremonia de proclamación se realizó en Santiago, con un discurso que combinó ataques a la “agenda progresista” con promesas de “orden, seguridad y libertad económica”.
Pero detrás del barniz nacionalista y populista, la candidatura de Kaiser representa la radicalización autoritaria del proyecto neoliberal, una suerte de versión criolla de Javier Milei mezclado con nostalgia pinochetista. Su programa no es una “alternativa”, sino una ofensiva directa contra los derechos sociales, el feminismo, los migrantes y la clase trabajadora.
Un ideólogo del odio convertido en presidenciable
Kaiser ha sido conocido por sus constantes declaraciones misóginas, clasistas y racistas. Ha cuestionado el sufragio femenino, minimizado la dictadura cívico-militar y justificado la represión policial. Hoy busca traducir ese discurso en programa de gobierno.
Sus prioridades son claras:
- Reducción del Estado a funciones policiales.
- Privatización total de salud, educación y pensiones.
- Cierre de fronteras y persecución de migrantes pobres.
- “Orden y autoridad” como pilares constitucionales.
Es decir: un Estado fuerte para reprimir, pero débil para proteger. Un país para ricos, armado contra los pobres.
Un discurso de clase… pero al revés
Como todo populista burgués, Kaiser se presenta como “antisistema” mientras defiende las bases del sistema capitalista. Su retórica habla del “chileno olvidado” y del “hombre trabajador”, pero su proyecto es destruir derechos laborales, eliminar impuestos a los grandes empresarios, y criminalizar toda organización popular.
Como escribió Marx en el Manifiesto:
“El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de la burguesía.”
Kaiser quiere esa junta más eficiente, más represiva, más pura. Quiere eliminar cualquier concesión social hecha por el Estado desde la transición. No busca reformar el neoliberalismo: quiere llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
Seguridad, patria y familia: el viejo orden reciclado
La candidatura se apoya en el miedo. Kaiser promete “seguridad total” y “mano dura” frente al delito. Pero no propone ni redistribución, ni inversión social, ni justicia territorial. Solo más cárceles, más balas y más Estado policial.
Su ideal de país es claro: una sociedad jerárquica, patriarcal, blanca, armada y gobernada por empresarios. El enemigo es todo lo que se mueva fuera de ese orden: mujeres organizadas, pueblos indígenas, disidencias sexuales, sindicatos, estudiantes, inmigrantes.
Conclusión: la ultraderecha ya no se esconde. Se postula.
La proclamación de Johanes Kaiser no es un hecho aislado. Es parte de la rearticulación continental de la ultraderecha, desde Bolsonaro y Milei hasta Kast y Vox. Es la respuesta del capital y el patriarcado al desgaste del progresismo liberal y al miedo al desborde popular.
Su candidatura no representa una crisis del sistema, sino su defensa armada. Un último intento por preservar el privilegio bajo la bandera de la “libertad”. La pregunta y la principal tarea de la izquierda y de la clase trabajadora, no es solo cómo enfrentarlo en las urnas. Es cómo impedir que el odio de clase se institucionalice con voto popular.