Matthei representa los intereses más desnudos del empresariado chileno: las AFP, el negocio inmobiliario, la represión como política de Estado y el desprecio estructural por los trabajadores. Por tanto, que los grandes empresarios de este país le transfieran millones no es raro; es lógico.Las cifras no mienten, pero tampoco lo dicen todo.
Por Equipo El Despertar
Evelyn Matthei, candidata predilecta del gran capital chileno, ya ha recibido más de 100 millones de pesos en donaciones para su campaña presidencial, según reveló el Servel. Entre sus aportantes destacan numerosos empresarios como Pablo Piñera, Wolf Hans Albert von Appen Behrmann y Javier Paulsen Naulin, el padre del generalísimo de su campaña, Diego Paulsen, que habría realizado una donación de $9 millones..
¿Solidaridad ciudadana? No. Esto es inversión de clase. La burguesía no dona: compra acceso, garantías y continuidad. La noticia sería un escándalo si no fuera parte rutinaria del proceso electoral burgués: los grandes grupos económicos financian campañas para asegurarse que, gane quien gane, ellos sigan mandando.
Marx ya lo denunciaba en el Manifiesto del Partido Comunista: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.”
Matthei representa los intereses más desnudos del empresariado chileno: las AFP, el negocio inmobiliario, la represión como política de Estado y el desprecio estructural por los trabajadores. Por tanto, que los grandes empresarios de este país le transfieran millones no es raro; es lógico.
La clase dominante no gasta por moral, gasta por cálculo. Cuando un empresario dona a un candidato o candidata, no lo hace por ideas, sino por resultados. Busca leyes favorables, cargos estratégicos, contratos públicos, estabilidad represiva y neutralización de cualquier atisbo de organización popular.
Desde la lógica del capital, financiar a Matthei es tan sensato como invertir en una minera rentable: bajas regulaciones, seguridad garantizada y subordinación del aparato estatal a la ganancia privada.
El resto de las candidaturas, de centro y derecha, también reciben fondos, aunque en cantidades menores. Eso no significa que estén exentos de cooptación, sino que la clase dominante distribuye sus fichas, tal como lo haría un inversionista prudente. Pero cuando apuesta fuerte, como ahora con Matthei, es porque reconoce a una administradora directa, sin intermediarios ni adornos de sensibilidad social.
Como explicó Lenin en El Estado y la revolución: “El parlamentarismo burgués es una máquina para engañar a los oprimidos.” Y el financiamiento electoral es el combustible de esa máquina.
Que Evelyn Matthei reciba millones del mundo empresaruial no debería escandalizar a nadie. Ella fue ministra de Trabajo bajo Piñera, defendió las AFP hasta el final, criminalizó las huelgas, y hoy promete “restaurar el orden” (léase: represión para los pobres y desregulación para los ricos).
Su candidatura no es una amenaza para la democracia, como repiten algunos progresistas. Es exactamente lo que el capital necesita en tiempos de crisis y descomposición institucional: una figura autoritaria pero electa, que administre el Estado como si fuera una empresa familiar.
Los millones que Matthei recibe no son donaciones: son inversiones del capital en su posible propio gobierno futuro. Con la actual correlación de fuerzas, lo que está en juego en estas elecciones no es el “modelo de país”, sino quién gestiona los negocios de siempre con más eficacia represiva y menor resistencia social.
Y hasta que la clase trabajadora no organice su propio poder para copar el circo electoral, seguiremos eligiendo gerentes del capital, financiados por los mismos de siempre.