Esta estrategia electoral no es nueva en la derecha, y revela un proyecto político sin tejido social con alarmantes carencias: Por una parte, demuestra la búsqueda de presencia simbólica por sobre acumulación política lo que se expresa en nombres reconocibles, capaces de superar los niveles de conocimiento que exige una trayectoria política basada en la militancia comunitaria.
Por Equipo El Despertar
El Partido de la Gente (PDG), liderado por Franco Parisi, continúa consolidando su estructura parlamentaria. Según una reciente publicación de The Clinic, la colectividad ha cerrado alrededor del 85% de su lista de candidatos a Diputados, destacando figuras provenientes del deporte, medios digitales y el círculo familiar del abanderado presidencial.
Entre las fichas que más controversia generan se encuentran nombres que, claramente buscan reproducir una política espectáculo. Ente ellos destacan Rubén Martínez, exjugador de Colo‑Colo campeón de la Copa Libertadores 1991, quien postula por el distrito 18 (Maule), Patricio Briones, exbasquetbolista destacado del Biobío en el distrito 20; Panelistas del espacio «Bad Boys», como Juan Marcelo Valenzuela (Valparaíso, distrito 7) y Pedro Gubernatti (O’Higgins, distrito 15), todos rostros mediáticos sin trayectoria política previa. A ellos se suma Zandra Parisi, hermana de Franco, candidata a diputada en la Región Metropolitana (distrito 12).
Esta estrategia electoral no es nueva en la derecha, y revela un proyecto político sin tejido social con alarmantes carencias: Por una parte, demuestra la búsqueda de presencia simbólica por sobre acumulación política lo que se expresa en nombres reconocibles, capaces de superar los niveles de conocimiento que exige una trayectoria política basada en la militancia comunitaria.
Esto representa una continuidad con la lógica neoliberal-pragmática, pues se configura un proyecto político sin plataformas transformadoras ni horizontes colectivos, sustentado en imagen, no en programa, con un marcado clientelismo identitario que se expresa en la incorporación de familiares cercanos, propio de modelos cerrados, que busca reproducir redes personales más que sistemas de representación.
La elección de rostros famosos con poca o nula experiencia legislativa arriesga convertir el Congreso en un escaparate, donde lo visible sustituye lo relevante. Frente a una sociedad que demanda transformaciones profundas, como dignidad laboral, justicia fiscal y reconversión ecológica, el PDG ofrece entretenimiento donde debería haber compromiso.
Además, su rechazo a listados únicos de oposición subraya su carácter cortoplacista ya que no posee vocación de mayoría ni unidad política, sino mantener identidad electoral propia, a costa de dispersar la votación y reforzar la fragmentación política.
El PDG encarna una versión neoliberal-popular de la política: rostros mediáticos, mensajes aspiracionales y campañas sin contenido transformador. Viraliza pero no politiza, entretiene pero no organiza. Su apuesta electoral depende más del show que del debate estructural.
Mientras Chile requiera un parlamento con templanza política, propuestas serias y emancipación social, el modelo PDG parece responder más al mercado electoral que al mandato popular.