Pese a los esfuerzos realizados por el actual gobierno que ha protagonizado las mayores alzas del salario mínimo del país, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reveló que el 50% de las personas ocupadas en Chile percibió ingresos líquidos iguales o inferiores a $611.000 mensuales durante 2024, una cifra que, incluso antes de considerar el alza del costo de vida, se ubica apenas por sobre el salario mínimo y muy lejos de cubrir el gasto básico de un hogar. es decir, mas de la mitad de las y los trabajadores en Chile, no logran llegar a fin de mes con los salarios miserables que se pagan en nuestro país.
El informe muestra que las desigualdades persisten con fuerza: el ingreso mediano de los hombres fue de $677.000, mientras que el de las mujeres alcanzó solo $550.000, una brecha de género que confirma la feminización de los salarios más bajos. Además, el 70% de las y los trabajadores ganó menos de $900.000, y apenas un 5% superó los $2 millones mensuales.
Los datos exponen que buena parte del empleo en Chile sigue marcado por la precariedad laboral, con una alta concentración de ingresos en sectores reducidos de la economía, mientras millones de trabajadores y trabajadoras dependen de sueldos que apenas permiten sobrevivir. El escenario es aún más crítico si se considera la inflación acumulada de los últimos años, el alza en arriendos, transporte y alimentos, y la creciente deuda de los hogares.
La realidad es clara, en Chile, un país en donde las utilidades de la banca, las ISAPRES y las AFPs, las mineras y las forestales, muchas de las cuales reciben subsidios estatales, son astronómicas, trabajar toda la vida, no te saca de la pobreza como afirman los partidarios del modelo y sus administradores con rostro progresista, te asegura morir en ella.
Economistas y organizaciones sindicales advierten que esta situación no es coyuntural, sino estructural: responde a un modelo productivo centrado en el extractivismo, la subcontratación y la baja sindicalización, que limita la capacidad de negociación salarial. Para la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), los datos del INE confirman la necesidad de fortalecer el salario mínimo, garantizar negociación colectiva sectorial y poner fin a las lagunas previsionales que golpean las pensiones futuras.
Mientras las grandes empresas reportan utilidades récord y la riqueza de los altos ejecutivos crece, la mitad de la fuerza laboral chilena vive con ingresos que no aseguran una vida digna. La cifra de $611 mil es más que un dato estadístico: es la evidencia de un país donde el trabajo sigue siendo insuficientemente remunerado y donde la desigualdad continúa siendo el motor silencioso de la economía.