Esta recaudación millonaria es, también, un recordatorio brutal de la farsa electoral que se vende como democracia. Mientras el pueblo rasca fondos concursables o rifas barriales para levantar candidaturas populares, los mismos que privatizaron el agua y la educación reparten cheques como si compraran acciones. Y de hecho, eso hacen: invierten en una candidata que protegerá sus negocios, reprimirá la protesta y criminalizará la organización social. Si Matthei es electa, no será por carisma: será por capital.
Por Equipo El Despertar
Que el hijo de Sebastián Piñera, la madre de Diego Paulsen Paulsen, su jefe de Campaña y el empresario Juan Sutil financien juntos la campaña presidencial de Evelyn Matthei no es un escándalo, es una fotografía del poder tal como funciona en el capitalismo chileno: sin maquillaje, sin vergüenza, con chequera abierta. Más de 40 millones de pesos en una sola semana es lo que ha reunido la campaña de Matthei, una candidata que no necesita disfrazarse de “independiente” ni de “ciudadana” porque representa, sin pudor, a la clase dominante que la sostiene.
Aquí no hay “participación democrática”, hay inversión política. Lo que hace este puñado de millonarios no es apoyar una idea, sino garantizar la continuidad de sus privilegios. Porque saben perfectamente que en Matthei tienen a una defensora férrea del modelo neoliberal que les permitió amasar fortunas a costa de la precariedad ajena. Como diría Marx en El Capital (Tomo I), “el capital no tiene escrúpulos ni corazón; su única ley es la acumulación”. Y para asegurarla, se financia a quien mantenga el aparato estatal como garante de la propiedad privada y el orden burgués.
Que la aristocracia empresarial y la oligarquía mediática financien juntas esta candidatura tampoco debería sorprender. El empresariado chileno jamás ha sido neutral, y la prensa hegemónica ha sido históricamente su escudero ideológico. La candidatura de Matthei se transforma así en la síntesis perfecta del bloque en el poder: los grandes empresarios que extraen la plusvalía, las familias herederas del pinochetismo que administran la violencia simbólica, y los medios que decoran todo con una narrativa de “mérito”, “orden” y “modernización”.
Esta recaudación millonaria es, también, un recordatorio brutal de la farsa electoral que se vende como democracia. Mientras el pueblo rasca fondos concursables o rifas barriales para levantar candidaturas populares, los mismos que privatizaron el agua y la educación reparten cheques como si compraran acciones. Y de hecho, eso hacen: invierten en una candidata que protegerá sus negocios, reprimirá la protesta y criminalizará la organización social. Si Matthei es electa, no será por carisma: será por capital.
Quienes todavía creen que las elecciones son un terreno neutral donde gana “el mejor programa”, deberían mirar esta noticia con cuidado. El capitalismo no solo domina la economía, también define quién puede competir políticamente. Y la campaña de Matthei —financiada por los herederos del saqueo— es una declaración de guerra de clase con boleta legal. Aquí no hay inocencia: hay estrategia de dominación.
En resumen: los patrones ya eligieron a su candidata. Y como siempre, están dispuestos a pagar lo que sea para que siga ganando el capital y perdiendo el pueblo.