Dom. Sep 28th, 2025

Figueroa baja la cortina a Lagos Weber: es vocero de la candidata y lo que digan los presidentes de partido no le compete

Ago 26, 2025
Foto Radio Universidad de Chile

La figura de Lagos Weber es paradigmática: heredero político de la transición, defensor del consenso neoliberal, promotor de los tratados de libre comercio y de la desindustrialización acelerada y hoy reposicionado como “pieza clave” de una candidatura que busca al mismo tiempo, representar un ímpetu transformador y al mismo tiempo, mostrarse moderada. Lo curioso es que nadie, salvo Carmona y Figueroa, cuestiona que el programa se mantenga dentro de los límites impuestos por el capital, con la ilusión de que la “gobernabilidad” puede sostenerse a punta de encuestas y marketing.

Por Equipo El Despertar

La actuación del Vocero del comando de Jeanette Jara es una postal nítida de la política burguesa chilena: facciones que se desgarran en torno a posiciones y cuotas de poder, mientras el pueblo sigue en la precariedad. La Secretaria General del Partido Comunista fue calara y salió a defender al Presidente del Partido Comunista, que no dijo nada nuevo, solo reitero la critica que el PC ha realizado a lo largo del actual gobierno al manejo economico del mismo.

El conflicto planteado por Lagos Weber no gira en torno a programas de transformación, sino a la disputa por protagonismo, visibilidad mediática y control de recursos electorales. Es el eterno espectáculo de la élite política que, aunque se disfrace de progresista, termina obedeciendo al mismo mandamiento: administrar el capitalismo.

La “tensión” se expresa en comunicados cruzados ante cualquier critica al manejo económico del gobierno, filtraciones a la prensa y declaraciones ambiguas. Pero lo central sobre las declaraciones del Presidente del Partido Comunista no se discute: la continuidad del modelo económico, el saqueo ambiental, la precarización laboral y el poder absoluto de los grupos empresariales no es sostenible aunque para Lagos Weber sea deseable. La pelea es por quién se sienta en la cabina de mando de la misma máquina. Como decía Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, la política de la burguesía no es más que la disputa entre distintas fracciones de la misma clase dominante.

La figura de Lagos Weber es paradigmática: heredero político de la transición, defensor del consenso neoliberal, promotor de los tratados de libre comercio y de la desindustrialización acelerada y hoy reposicionado como “pieza clave” de una candidatura que busca al mismo tiempo, representar un ímpetu transformador y al mismo tiempo, mostrarse moderada. Lo curioso es que nadie, salvo Carmona y Figueroa, cuestiona que el programa se mantenga dentro de los límites impuestos por el capital, con la ilusión de que la “gobernabilidad” puede sostenerse a punta de encuestas y marketing.

Lo tragicómico es que el comando de Jara pretende mostrarse como alternativa “firme” frente a Kast o Matthei, cuando en la práctica sus voceros lo exponen como un barco que deberá mantener el camino trazado por el gran Capital. La derecha no necesita esforzarse demasiado: basta con que la centroizquierda siga en su espectáculo de pugnas intestinas para acallar las voces legítimamente criticas de la continuidad neoliberal. La burguesía gana en ambos escenarios: con neoliberales de corbata tratando de controlar la Campaña de Jara o neoliberales disfrazados de progresistas tratando de reemplazar el programa que gano la primaria por el que perdió.

El resultado de esta crisis es predecible: negociaciones de última hora, acuerdos a puertas cerradas y una recomposición que, lejos de fortalecer un proyecto popular, solo apuntalará a las mismas familias políticas de siempre. Para el pueblo trabajador, lo único claro es que ninguna de esas facciones representa sus intereses. Y si algo enseña este episodio es que la política institucional en Chile sigue siendo el teatro de sombras del capital, donde los verdaderos conflictos —los de clase— permanecen fuera del guion.

En suma: el “comando en tensión” no es una anomalía, es la normalidad de la política burguesa. Mientras tanto, la clase trabajadora continúa fuera del escenario, relegada al rol de espectadora en un drama cuyo final siempre es el mismo: gane quien gane, manda el capital.

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