Pedro García describe a Matthei como una figura con “compromiso democrático cierto” y “capacidad de acuerdos”. Traduzcamos: su candidatura representa la versión tecnocrática del autoritarismo neoliberal, donde los acuerdos significan pactos de élites para neutralizar cualquier intento de participación popular. Su “compromiso democrático” se limita a mantener intactas las estructuras que permiten a los grandes grupos económicos seguir saqueando recursos y precarizando vidas.
Por Equipo El Despertar
En una muestra clara del transito que una parte de la Vieja Concertación esta viviendo desde el reformismo vacío a la rendición, Pedro García, exministro de Salud de Ricardo Lagos y exmilitante de la Democracia Cristiana, ha decidido salir del clóset político que muchos de su generación ya ni siquiera intentan ocultar. En su adhesión pública a la candidatura de Evelyn Matthei, García no hace más que formalizar un proceso histórico: el tránsito de la Concertación, y su fallido progresismo de mercado, hacia la administración abierta de los intereses del gran capital.
García no está solo. Son 16 los exministros que, bajo el disfraz de la “moderación”, han optado por respaldar a una figura que no solo fue ministra de Pinochet, sino que ha sido la vocera histórica del empresariado y de las AFP. ¿Su argumento? Que con Jara o Kast “Chile no va a avanzar”. ¿Avanzar hacia dónde? La pregunta, desde una perspectiva marxista, es fundamental: ¿“avanzar” para quién?
Porque si entendemos por “avance” la profundización del modelo extractivista, el blindaje del capital financiero, la eternización del sistema previsional privado y el abandono definitivo de cualquier proyecto de transformación estructural, entonces tiene razón: con Matthei, la burguesía puede dormir tranquila.
“El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.” — Marx & Engels, Manifiesto del Partido Comunista
Pedro García describe a Matthei como una figura con “compromiso democrático cierto” y “capacidad de acuerdos”. Traduzcamos: su candidatura representa la versión tecnocrática del autoritarismo neoliberal, donde los acuerdos significan pactos de élites para neutralizar cualquier intento de participación popular. Su “compromiso democrático” se limita a mantener intactas las estructuras que permiten a los grandes grupos económicos seguir saqueando recursos y precarizando vidas.
El propio García lo deja claro: lo que teme no es el caos ni el colapso institucional, sino la falta de “velocidad” en el desarrollo económico, como si la sociedad fuera una pista de carreras y los pobres los obstáculos a evitar.
“La burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, y con ello las relaciones de producción… Todas las relaciones fijas se disuelven, y todas las relaciones recién establecidas se vuelven obsoletas antes de poder consolidarse.” — Marx & Engels, Manifiesto
Esa “velocidad” es, en realidad, la velocidad de la acumulación capitalista. Lo que Pedro García y los suyos consideran “progreso” no es otra cosa que el retorno al orden oligárquico disfrazado de gestión moderna.
En su desesperación por contener tanto a la derecha ultra como a la izquierda popular, los viejos cuadros de la transición buscan una tabla de salvación en Evelyn Matthei. No por sus ideas, que son las mismas que llevaron a la crisis actual, sino porque representa la continuidad técnica del neoliberalismo sin la vulgaridad autoritaria de Kast ni los resabios reformistas del Frente Amplio.
Para García, la candidatura de Jeannette Jara es inaceptable no porque sea rupturista, no lo es, sino porque aún conserva una “aroma” de izquierda. ¿Qué revela esta alergia? Que el centrismo concertacionista prefiere una derecha ordenada que una izquierda tímida. Lo han demostrado por décadas: cuando los pueblos exigen dignidad, llaman a la represión; cuando los ricos exigen estabilidad, redactan acuerdos.
Y cuando el reformismo duda, el centrismo ya ha elegido: a Evelyn Matthei como garantía de gobernabilidad para el capital.
Pedro García no traiciona nada. Sólo confirma, con aplomo geriátrico, lo que fue la Concertación desde su nacimiento: una alianza política para administrar el modelo neoliberal sin sobresaltos, maquillar sus excesos y contener las demandas populares bajo el lema del “consenso”.
Hoy, ese consenso lo personifica Evelyn Matthei: firme, empresarial, previsible. En otras palabras, perfectamente funcional al capital. Su candidatura es el último intento del bloque en retirada por mantener el timón del barco burgués sin tener que recurrir a un Kast, pero bloqueando cualquier posibilidad de cambio real. Mientras tanto, los pueblos seguirán esperando justicia, redistribución y dignidad.
“Entre el capital y el trabajo, el centro es una mentira. Solo hay lados.” — Rosa Luxemburgo (paráfrasis)