La CUT cuestiona, con razón, que Codelco haya subcontratado trabajos críticos a empresas privadas sin garantizar condiciones de seguridad adecuadas. Pero el problema no es solo de tercerización. Es que Codelco opera como empresa capitalista, presionada por Hacienda para cumplir metas fiscales, controlada por tecnócratas ajenos al mundo del trabajo, y gestionada con la lógica de eficiencia empresarial, no de bienestar colectivo.
Por Equipo El Despertar
Luego del derrumbe ocurrido el 30 de julio en la mina El Teniente, donde fallecieron tres trabajadores subcontratados, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) emitió una declaración contundente: “Que ningún trabajador más muera en la faena”. En ella, la multisindical exige fiscalización efectiva, responsabilidades penales y administrativas, y cuestiona el papel de Codelco en la precarización laboral que sigue provocando muertes evitables.
Si bien la declaración representa un paso necesario, el problema no se reduce a fallas de gestión o falta de supervisión, sino a la propia naturaleza capitalista del régimen de acumulación minera chileno, incluso cuando es administrado formalmente por el Estado.
La CUT cuestiona, con razón, que Codelco haya subcontratado trabajos críticos a empresas privadas sin garantizar condiciones de seguridad adecuadas. Pero el problema no es solo de tercerización. Es que Codelco opera como empresa capitalista, presionada por Hacienda para cumplir metas fiscales, controlada por tecnócratas ajenos al mundo del trabajo, y gestionada con la lógica de eficiencia empresarial, no de bienestar colectivo.
Por eso: Se externalizan faenas peligrosas; Se reducen costos en seguridad; Se impone productividad a cualquier precio; Y la vida de los trabajadores es una variable más en la contabilidad minera.
La Fiscalía investiga el hecho como un “cuasidelito de homicidio”, como si se tratara de un error involuntario o una falla puntual. Pero en términos políticos, esto es un crimen sistemático del capital contra el trabajo.
Como señala la CUT: “Año a año mueren cientos de trabajadores en faenas laborales sin que exista justicia ni castigo efectivo.”
El Estado burgués se limita a: Indemnizar a las familias; Multar levemente a la empresa; Y permitir que todo siga igual. Porque el valor de la vida obrera está subordinado al valor del mineral extraído.
Aunque la CUT plantea demandas justas, también evita nombrar el problema estructural de fondo: el modelo extractivista como forma de acumulación capitalista dependiente.
No basta con pedir “fiscalización efectiva” si el Sernageomin carece de personal, financiamiento y dientes legales, La Ley de Subcontratación permite la evasión de responsabilidades, y los gobiernos respaldan una estrategia de crecimiento basada en sacrificar cuerpos por cobre.
Para estar a la altura del momento histórico, la CUT debe ir más allá de la denuncia moral y avanzar hacia una propuesta política de ruptura. El drama de El Teniente no se resuelve con protocolos ni fiscalización. Se resuelve con el control obrero directo de las faenas, con trabajadores organizados decidiendo cómo, cuándo y cuánto se produce. Y con una Codelco no dirigida por gerentes financieros, sino por asambleas populares, sindicatos combativos y comunidades territoriales.
Como escribió Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra: “Toda sociedad que permite que el trabajador viva y muera como bestia de carga, es una sociedad condenada.”
Chile tiene hoy la oportunidad histórica de demostrar lo contrario. Pero para ello, el sindicalismo debe dejar de limitarse a exigir, y comenzar a construir poder.